“Y todo por este ayuno frente al mundo, esta abstención de entrar en la riqueza de cosas para preferir la riqueza del camino interior…”
Rodolfo Kusch
Como cada año, los musulmanes de todo el mundo inician el mes del ayuno, conocido como Ramadán. Este mes coincide con el comienzo del noveno mes en el calendario islámico. Al ser un calendario lunar, nuestro ayuno se corre aproximadamente 10 días del calendario gregoriano. Esta diferencia es lo que explica que musulmanes y musulmanas ayunen en todas las estaciones del año a lo largo de su vida.
Ahora bien, ¿en qué consiste básicamente el mes de Ramadán? Siempre que la salud lo permita, el mes del ayuno implica la abstinencia de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales desde el momento del alba (una hora y media antes de la salida del sol) hasta la caída del sol. Tras el ocaso, retomamos nuestra comida y bebida acompañados de oraciones y súplicas meritorias.
Sin duda, ese ejercicio es lo más sencillo. Porque el ayuno implica la idea de cuidar nuestros sentimientos, emociones y acciones. Tal tarea conlleva, necesariamente, el cuidado, el respeto, y el reconocimiento de los otros. Un ejemplo simple: prolongar nuestros silencios durante Ramadán, y así abstenerse también de comentarios (muchas veces) compulsivos que impiden que las demás personas puedan ser escuchadas.
En este sentido, no dejan de ser interesantes las implicancias que tiene la pandemia en nuestra vida. Como el ayuno, nos obliga a tomar medidas que no son las habituales. El musulmán que lleva algunos años en la práctica del ayuno logra un nivel de disciplina y paciencia que permite ejecutarlas en otros ámbitos de su vida cotidiana. Las medidas sanitarias, que son tan difíciles de poner en práctica (como el distanciamiento físico con nuestros seres queridos), en especial para un pueblo como el nuestro, que es muy cercano a los afectos familiares y a las amistades, nos obliga cierta disciplina y paciencia. Si se nos permite, podemos decir que tal disciplina, también tendrá su ocaso.
Pronto esta pandemia, que no es la primera ni seguramente será la última, será un recuerdo más de nuestras vidas. Tomemos a las medidas sanitarias como un ejercicio de cuidado de uno mismo y del otro, reconociendo los beneficios que tales medidas tienen, tanto para la salud como para la economía.
Volvamos otra vez a Ramadán. Lo que se quiere en este mes es lograr un desarrollo espiritual integral: desde el cuerpo (y los ya reconocidos beneficios que tiene el ayuno en nuestra salud) hasta el alma (a la cual queremos invitarla a una apertura que trascienda el mundo material). No estamos de paso en este mundo solo para producir y consumir. En palabras de Kusch, “el ayuno es la abstención del mundo, a fin de que cada uno busque su fuerza dentro de sí mismo”. Como peregrinos, estamos realizando un viaje que concluye aquí con la muerte, y que sigue en el otro mundo.
Justamente, estamos transitando las últimas diez noches, que los musulmanes intentamos pasar en vigilia. Creemos que entre estas noches se encuentra la “Noche del Decreto”, en la cual “descienden los ángeles y el Espíritu con las órdenes de tu Señor para cada asunto”, y en la que el creyente espera el encuentro con la “Paz, hasta el despuntar del alba” (Corán, cap. 97).
Con tales prácticas, los musulmanes intentan equilibrar la vida de los sentidos. Si se quiere, podemos decir que retirar el placer de los sentidos de nuestra vida cotidiana por un tiempo, permite luego valorar el rol de los mismos. Porque la percepción sensual forma parte de nuestra vida, y es muy importante el buen disfrute del cuerpo.
En relación a los sentidos, nos gustaría hacer mención a dos síntomas del Covid. Como ya es de pleno conocimiento, el virus deja a las personas sin olfato y sin gusto. El olfato, los aromas, están siempre vinculados a los recuerdos, los cuales implican experiencias, nostalgias, momentos vividos, tiempos de encuentro. Siguiendo a Byung-Chul Han: “es interesante que el embriagador aroma del tiempo se despliegue en el aroma real. Está claro que el sentido del olfato es un órgano del recuerdo y del despertar”. No deja de ser llamativo que la vida activa nos deja poco margen para todo eso: vamos corriendo de un lugar a otro, con ocupaciones, para sobrevivir. En el mejor de los casos, nuestro tiempo es consumido por el trabajo. Es cierto que es difícil hablar así del trabajo, con lo que cuesta tener una fuente laboral estable. Y no podemos perder de vista tal injusta situación social, no individual.
Quizás apuntamos a cierto discurso “meritocrático”. No por estar en contra del esfuerzo (qué es el ayuno sino un esfuerzo de nuestra voluntad), sino más bien, que el mérito de nuestras vidas no sea que el tiempo de trabajo lo consuma todo. Si el mérito es la excusa para el egoísmo, la vanidad y la competencia, entonces nos aislamos de nuestra comunidad, y se nos pasa la vida sin el aroma de los buenos recuerdos de nuestras familias, amigos, vecinos.
El otro síntoma es la falta del gusto. Simbólicamente, la espiritualidad se “saborea”. En idioma árabe, la palabra dawq es la experiencia espiritual directa, que no es fruto de un aprendizaje teórico. No se trata todo esto de un “saber libresco”. Tal enseñanza no es ajena a nuestra cultura. La filosofía nos ayuda: Aristóteles dijo que “todos los hombres desean naturalmente saber”. El verbo griego que se traduce por “desear” (orégomai) en realidad significa “gustar”. Se trata de apetecer el alimento necesario para vivir: el apetito del saber.
Para finalizar, nos atrevemos a pensar que los síntomas del Covid no dejan de representar el estado de esta época de la humanidad, donde el tiempo se pierde entre producir y/o consumir, sin registro de experiencias plenas que le den sentido a la vida, lo que hace que la vida pierda su aroma. ¿Para qué el olfato entonces? Por otro lado, podemos hacernos la misma pregunta en relación al gusto. Una gran parte de la humanidad vive adorando al “dios-dinero”, cuando todo nuestro esfuerzo debería estar entregado al deseo de saber, de saborear, de experimentar la vida misma.
“Por la era; que en verdad, el ser humano camina hacia su perdición (tal como se comporta). Pero no así los que creen, realizan buenas acciones, se recomiendan unos a otros la verdad y se recomiendan unos a otros la paciencia.” Corán (cap. 103)
Autor: Emmanuel Emir
Ramadán 1442, Mayo 2021
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