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La Revolución Inconclusa



Cuando uno intenta disputar la historia oficial de la Revolución de Mayo, sabe que no está haciendo meramente un ejercicio histórico. Especialmente, si se tiene en cuenta lo que representa la ciudad de Buenos Aires en estos últimos años; lo que confirma que, a pesar de más de dos siglos, hay lógicas que perduran.

La mejor manera de resumir las lecturas sobre Mayo están en las correcciones que le hace Alberdi a Mitre. Es siempre la ciudad-puerto contra el interior. Es, como ahora, Buenos Aires contra el resto del país. El proyecto porteño de Mayo estaba claro desde antes de la misma revolución. Había que emancipar a Buenos Aires de España… y del resto del país. El “colorado” Ramos fue lapidario con lo que pasó después: “Somos un país porque no pudimos integrar una nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos.”

La ecuación era sencilla: se trataba del pasaje del coloniaje español al coloniaje porteño, o en otras palabras, del rey absolutista a la oligarquía pro-británica. Galasso resume: “¿Qué dice ahora esa Historia Oficial que tiene por columna la interpretación de Mitre? Viene a sostener que la Revolución de Mayo fue separatista, independentista, antihispánica, dirigida a vincularnos con el mercado mundial e implícitamente pro-inglesa”. Tan pro-inglesa que necesitaba ser anti-española. De ahí el error de cierto revisionismo, que por criticar bien a los gringos, reivindican a todo lo hecho por España. Invierten la ecuación. Y terminan nivelando a Isabel “La Católica” con Evita. Seamos claros con nuestra posición. Ni leyenda rosa, ni leyenda negra.

El mejor Alberdi sale con su pluma a señalar que para explicar Mayo, hay que empezar por Europa, en especial, por la España de 1808. No se entiende 1810 sin la invasión de Napoleón a la España. Alberdi señala que la Argentina es un detalle de la revolución de América, como ésta es un detalle de la de España, siendo ésta un apéndice de la revolución francesa y europea. San Martín nos ayuda cuando en 1820 afirmó que “la revolución española es de la misma naturaleza que la nuestra: ambas tienen a la libertad por objeto y la opresión por causa”.

Ironías de la historia. Paradojas, dice Galasso. España se inspira en la Revolución Francesa para su revolución democrática, cuando es invadida por…Francia. Napoleón empuja a los españoles a una revolución que va desde lo nacional a las juntas constitucionales. Desde el Río de la Plata, y el resto del continente, la revolución comienza siendo democrática (se forma la Primera “Junta”) expulsando al Virrey, para luego sí transitar la revolución nacional. ¿Por qué? Porque el absolutismo español se instala en el poder en 1814. Por eso desde 1809 hasta ese año España no envía expediciones militares a América. Cuando el rey español vuelve al poder y rechaza las reformas democráticas populares, no hay opción. Para avanzar en la revolución democrática, hay que declarar la independencia.

La discusión a ambos lados del Atlántico era la misma. En España y en América se desarrolla una guerra civil entre “juntistas constitucionales” y “absolutistas monárquicos”. Por eso nuestra independencia recién se declara en 1816: no era un fin en sí misma, sino más bien un medio. Nos guste o no, no hay “llamamientos telúricos” de la patria hacia hombres educados y formados en España. La guerra fue entre españoles y sus hijos criollos. Y tanto españoles como criollos estaban presentes en ambos bandos de la contienda.

***

Pero hay un tercer bando presente desde antes de la Revolución. Son los hijos de una diplomacia que opera a largo plazo. Personas inteligentes, pero sin escrúpulos, parafraseando a Scalabrini. Porque si los tuvieran, Inglaterra temería a tales hombres.

En 1810, Inglaterra juega a dos bandas. En Europa es aliada de España contra Napoleón. Pero en América, España es enemiga a combatir. El libre comercio (para ellos, claro) promueve “comerciar” con las colonias. Traducción: arruinar la posibilidad de desarrollar una industria y darle a nuestra tierra el lugar que todavía tiene: ser proveedora de materias primas. Scalabrini precisa el rol de la diplomacia inglesa en el Río de La Plata: “No critiquemos demasiado esa doblez, porque nos fue útil. No la agradezcamos demasiado, porque no fue dictada por la generosidad de ideales, sino por la mezquindad comercial”.

En tal sentido, podemos entender ciertas vinculaciones de nuestros Libertadores con Inglaterra. Ellos hacían política, y entendían el rol de esa potencia. Eso no los hace traidores y/o agentes británicos. Tal es el caso de San Martín. Nuestro Libertador pertenecía al partido americano, como bien lo señaló. Que participara en logias le permitía cumplir la función que tenía en otros países la burguesía revolucionaria. Eso no quiere decir que San Martin perteneciera a la masonería como la entendemos hoy, ni mucho menos a la masonería de Inglaterra. Hay una utilización operativa y funcional de la logia, no doctrinal ni ritual. Tampoco esto quiere decir que San Martín era católico, más allá de dejar ejercer la religión a sus soldados, que como el resto del pueblo, sí eran cristianos practicantes.

Jauretche resume la posición de San Martin contra los que jugaban para Inglaterra:

Como se ve San Martín tenía la clara percepción de un problema que saltaba a los ojos de los contemporáneos y que la historia oficial ha oscurecido. Los unitarios rivadavianos tienen una política que será la de la oligarquía liberal después de Caseros y que consiste en separarnos de la empresa continental, de la empresa común americana, para establecer con urgencia la civilización europea, urgencia a la que es un obstáculo la realidad americana que quiere conformar el futuro de sí misma y conforme a sí misma: quiere ser nación, con su espacio, su pueblo, su cultura y con una economía al servicio de la misma. A esta concepción nacional, la concepción de factoría opondrá las fórmulas expresamente contrarias: en materia de espacio, el mal que aqueja a la Argentina es la extensión; en materia de población, exterminar la población nativa y sustituirla por inmigrantes - a lo que llaman “gobernar es poblar” - ; en materia cultural, desprestigiar y destruir las bases culturales y religiosas constituyendo una “intelligentzia” de importación; en materia económica y social, destruir las artesanías propias, las industrias locales e impedir la formación de un capitalismo nacional y de trabajo tecnificado.

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Ya que estamos con Jauretche, él nos cuenta que visitando en el año 1959 la Catedral de Westminster, se encuentra con la tumba de Lord Cochrane, a quien Inglaterra le dedica un epitafio: “Libertador de Chile y Perú”. Merece la pena dedicarnos a este almirante de pasada, quien termina siendo el jefe de la escuadra del gobierno de Chile, un “mercenario de gran valentía”, a quien Napoleón denominará “el lobo de mar”.

Como una muestra de la importancia que se le adjudica a este Lord desde la historia oficial chilena, es que la embajada chilena en Londres organiza todos los años, para el 21 de mayo (día de las glorias navales en Chile), una ceremonia de gala en la Abadía de Westminster. Allí se encuentra enterrado, reiteramos, Lord Cochrane. Destaquemos que en esa Abadía se casan los príncipes y se hacen los funerales de la familia real del Reino Unido.

Volvamos a la historia. Lord Cochrane ya le había mostrado los colmillos a San Martín disputando la jefatura por la expedición a Perú. Luego, apenas San Martín llega a Perú, en agosto de 1821, decide reclamarle sueldos atrasados y le subleva la escuadra. Desobedece las órdenes de Monteagudo, para luego robar dinero de Lima, y dejar a San Martín sin escuadra.




En la imagen: La tumba de Lord Cochrane en la Abadía de Westminster.

Lo llamativo es que tal decisión coincide con el abandono por parte de Rivadavia a la empresa continental sanmartiniana, convocando a Buenos Aires a “replegarse sobre sí misma”. Ambos, Rivadavia y Lord Cochrane, son agentes de la disolución contra el ejército hispanoamericano y quieren disgregar el continente a favor de la política exterior británica. Jauretche concluye que la tensión de Inglaterra con nuestros procesos revolucionarios expresa la decisión por parte de su real majestad de querernos “libres, pero no tanto y solo hasta donde el interés británico lo determina”. ¿Y cuál es el interés británico? Canning lo afirma sin titubeos: “He hecho surgir a la vida un Nuevo Mundo, para restablecer el equilibro del Antiguo”. Ese Nuevo Mundo sería, otra vez con palabras de Jauretche, “la Patria vista como un puerto con su prolongación pampeana, una cabeza de puente de Europa, destinada al intercambio de productos. Con ese punto de vista, el país debe ser lo menos americano posible, lo más maleable a la europeización cultural según el modelo político francés de entonces, y según el plan económico inglés. Economía, sociedad y cultura deben acomodarse a ello, y se hace necesario disgregarse del todo latinoamericano, y subsidiariamente del todo geográfico que ha constituido el Virreinato del Rio de La Plata”.

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Como reflexión final, no podemos dejar de mencionar el rol de la ciudad de Buenos Aires en los últimos años, en especial desde la reforma constitucional del ’94. La oposición al proyecto nacional hace tiempo que profundiza su “independencia “con el resto del país para ser “la dependencia” a EE.UU., Gran Bretaña e Israel. Desde los fondos buitres hasta el apoyo explícito a los crímenes en Gaza, pasando por el pedido de entregar las Malvinas a cambio de una vacuna.

En Buenos Aires está el epicentro de la extranjerización de la economía y la entrega de la soberanía. El centro que irradia hacia las conciencias argentinas mensajes de odio, de desesperanza, de indignación. Pero aún más peligroso no es lo que dicen, sino lo que ocultan.

Todavía recordamos cuando una editorial de un diario invitaba en el 2015 a “volver a Occidente”. Hace poco, un periodista trataba al Conurbano como África. Otro, se animó a pensar Gaza de esa forma. Las editoriales sobre Formosa son tan preocupantes como el pedido de Independencia de Mendoza.

Además de ser la ciudad más rica y más desigual por lejos, la ciudad capital porteña insiste en terminar el país en la General Paz. Hace tiempo que el Macrismo, el PRO, o Juntos x el Cambio, han instalado su base de operaciones en la capital. La dependencia nacional, el endeudamiento, la fuga de capitales, todas esas negociaciones se llevan a cabo en una capital extranjerizante.

Los unitarios nunca perdieron. Desde Rivadavia a Larreta, desde Mitre a Macri, desde Sarmiento a Bullrich, hay un hilo conductor. La civilización Pro ya no pide sangre de gauchos, ahora quiere la de argentinos empobrecidos. Esa maldita barbarie.

Por eso, la Revolución de Mayo es una tarea inconclusa…

@Kamelmdp


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