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La Iglesia siempre es la gente


Reforma protestante: Algunos puntos para la reflexión y el debate.


A más de 500 años de uno de los momentos sobresalientes de la Reforma protestante, y en reconocimiento a los enormes y variados procesos eclesiales y teológicos que esta Reforma continúa poniendo en debate, cabe volver siempre de nuevo a preguntarse por el sentido actual y vigente de algunos de sus núcleos teológicos fundamentales.


+ Libertad cristiana: la alianza estratégica de un sector de la iglesia informado por el humanismo en clave piadosa con separación de poderes y respeto del status quo (El mejor ejemplo: Lutero anima a los campesinos a hacer sus reclamos en favor de su dignidad pero dentro del orden feudal, por eso legitima el control y la represión del movimiento campesino por el poder político atendiendo el reclamo de los señores feudales cuando el movimiento toma medidas contra la propiedad privada de los señores -lo que Lutero interpreta como una usurpación del ejercicio del poder de la espada que solo le corresponde al poder político). La libertad cristiana subordina y libera dentro del reino de Dios, pero el reino de Dios está en camino, es un proceso abierto por Jesucristo hasta su venida en los últimos días.

Los regímenes se superponen entre sí, pero cada uno tiene una lógica distinta. En uno respondemos como ciudadanos terrenales del país de origen, en el otro como ciudadanos celestiales en el reino de Dios. Cuando estos reinos se fusionan y se confunden es herejía. El único que encarnó ambos regímenes fue Jesucristo. Los demás somos sus seguidores, sus testigos, en este tiempo, en esta tierra y oramos con nuestra fe y nuestro testimonio, para que Dios obre y transforme (con nosotros, con nuestro testimonio de su reino) las injusticias en justicias, el odio en amor (social), la inhumanidad en humanidad.


+ La gracia: Este es un concepto judeocristiano que describe la esencia de la forma de ser de Dios. Gracia es un término vincular colectivo y es recíproco. Dios no puede mantener una relación de gracia con su pueblo sin que su pueblo viva la gracia entre sí para con los demás, y no hacer nada al respecto. Dios en su gracia toma posición y medidas en la historia. La palabra gracia en el Antiguo Testamento, en las traducciones bíblicas, muchas veces traduce misericordia y compasión, lo que en el Nuevo Testamento, se traduce más bien por ágape (empatía mutua y reciprocidad, traducido casi siempre por amor, y confundido con el amor romántico). En griego, la gracia (charis) asume más bien un sentido contemplativo si no se lee en su trasfondo hebreo colectivo y comunitario (popular). La gracia que postula la Reforma es eminentemente comunitaria, es un don de Dios a la comunidad (justificación) y la comunidad en la vivencia de esta gracia responde con su fidelidad en palabras y obras. La gracia se hace historia a través de la fe de la comunidad (santificación).


+ La palabra: La palabra es la palabra recibida por gracia de Dios a través de los siglos pero leída siempre de nuevo en su versión comunitaria original. Lutero dedica años a esta tarea catequética y pastoral. Esta tarea exige una formación permanente. Exige tiempo de preparación y disciplina de estudio. Compromiso con los más débiles para siempre leer desde abajo, donde Dios está, donde Dios se esconde, donde Dios se hace testigo de la historia (teología de la cruz). La comunión en la palabra compartida junto a los sacramentos es la presencia misma de Cristo en espíritu y en la historia. La palabra realiza a través del espíritu santo la obra de la fe, que es siempre una obra de Dios. La palabra de Dios es leída desde la fe y para la fe en Dios.


+ Cristo: Cristo es siempre el Jesús encarnado, esa fusión única de los dos reinos. Es Jesús de Nazareth y el hijo de Dios. Lutero reniega de la espiritualización descarnada de Jesús en dogma y doctrina. Esto lo lleva a su traducción bíblica y a su predicación tan vehemente contra el abuso de las escrituras y su predicación siempre clara y concreta, además de sus cartas a las autoridades en su doble rol de ciudadano y cristiano, y asumiendo sus responsabilidades ante cada régimen según corresponda. Cristo está siempre escondido en el prójimo que necesita y sufre, en ese prójimo Dios se revela como gracia para convocar nuestra fidelidad y testimonio cristiano. El Cristo de la fe no se manifiesta en la historia sino que se esconde detrás de ella hasta que Cristo sea uno con la historia al fin de los tiempos.


+ La fe. La fe es una certeza, no es una confianza en los cálculos -según las chances- de que algo puede andar bien. La fe es un acto de lealtad que compromete con la misión de Dios en el mundo. La fe es un acto de subordinación al reino de Dios y respeto de la soberanía del poder mundano. La fe asume y acata su función y sus responsabilidades de forma mancomunada, como una vocación y una profesión, muchas veces sin que quede claro donde empieza y termina cada una. La fe y el amén están emparentados en su origen hebreo: son expresión de que las cosas efectivamente serán como Dios quiera y mande. La justicia de Dios responde a esta seguridad cristiana absoluta en la soberania de la eterna misericordia de Dios por su pueblo. La comunión de los santos en amor y verdad transforma esa justicia en diaconía de la mano con Dios a través de su Espíritu Santo. La diaconía es la medida de la justicia (humana y evangélica, solidaria y misericordiosa) frente a las injusticias del poder de la espada. La diaconía es el campo de la protesta y de la construcción cristiana (ambas, a la vez, denuncia y propuesta) con toda la fuerza del evangelio junto a las y los más vulnerables en el mundo. La fe cristiana se mira en el espejo de la fidelidad de Dios con su pueblo. La fe cristiana se mira en el espejo de la fidelidad de Dios con su pueblo.


+ La Gloria. Cuando Dios sea todo en todos -en el fin de los tiempos- su gloria será con todos y todas porque todos y todas seremos unos y unas con Dios. Mientras esto no suceda la gloria es de Dios y para Dios. La vanidad de los partidismos y liderazgos, facciones y movimientos de adjudicarse los cambios en la historia y sus sentidos muestran la humanidad con toda su crudeza. La gloria humana solo instala luchas de poder en las que Dios lejos de ser el centro y el mensaje es apenas una excusa y un instrumento. La gloria de Dios está en su no poder, en la capacidad de enfrentar al ser humano con sus propios límites. La gloria de Dios es la justicia y la paz, la ética social y el bienestar popular, la puesta en práctica del amor y la vida digna. Esta es la gloria del Dios Padre de Jesucristo con quien su hijo habla a solas y a quien le llora en sus peores horas la maldad humana, la vanidad, la mentira y la muerte.



Algunos mitos que hay que problematizar


+ La lectura individual de la conversión como gracia personal sinónimo de éxito individual (neo/liberal)

+ Lutero como centro y figura de La Reforma, invisibilizando al movimiento teológico (reformadores, predicadores y predicadoras desde el s. XII) social (flyers) cultural (imprenta y música) y político (príncipes).


+ La Reforma como un evento aislado, invisibilizando al movimiento de La Reforma como un proceso histórico de 300 años en el cual Lutero se inscribe y cristaliza con la ruptura política del norte del Sacro Imperio Romano Germánico.


+ La reforma plantea la igualdad delante de Dios entre todas las personas, pero sin desconocer el orden feudal de estamentos sociales al que Lutero responde y donde cada uno cumple su función distinta (y natural). Recién en los estados de derecho modernos es posible traspolar esta interpretación de la igualdad universal al ámbito civil a partir de la reconfiguración de la sociedad en una Constitución Nacional común que concibe y organiza a todas las personas por igual delante de la ley.


Conclusiones


¿Quién hubiera sido Lutero sin el rey Federico, la imprenta de Gutenberg, las imágenes de Cranach y la música de Bach?


¿Quién hubiera sido Lutero sin sus debates filosóficos con Erasmo y teológicos con Eck? ¿Quién hubiera sido Lutero sin sus largas charlas de sobremesa en la cantina con los campesinos y artesanos, y sus charlas en su casa con su esposa Catarina?


¿Quién hubiera sido Lutero sin los reformadores que se hicieron eco al mismo tiempo de esta demanda de fidelidad a la palabra y de poner a la iglesia al servicio de la palabra para el pueblo? ¿Quién hubiera sido Lutero sin la enorme cantidad de teólogas y predicadoras en casas de familias y aldeas dando a conocer esta lectura de la palabra y de este lugar servicial de la iglesia?


¿Quién hubiera sido Lutero sin sus cartas y reuniones con la nobleza denunciando sus abusos y exhortándola a un cambio de actitud de mayor responsabilidad pública. ¿Quién hubiera sido Lutero sin su trabajo pastoral con su comunidad y su sensibilidad y compromiso social demandando la intervención de las autoridades?


Una figura teológica descontextualizada del entramado social empobrece la profundidad de la transformación y la amplitud del acontecimiento histórico en el cual emerge.


Desde los ´90 en algunas iglesias luteranas de Europa comenzó una luterización de la Reforma, en una clave similar a la de los años ´30, en pos de un fortalecimiento de la imagen institucional de la iglesia en la sociedad. La centralización de la Reforma en la figura de la persona reivindica el compromiso personal individual de Lutero como actor independiente, cuyo éxito en su empresa transformó la cultura medieval y la historia de la iglesia. Esta lectura del éxito luterano sigue instalada en el sentido común y se reproduce en las iglesias de la ecumene en todo el mundo.


En honor a la verdad y por el bien de la labor ecuménica mancomunada es deber de las iglesias de tradición luterana "desluterizar" la Reforma para recuperar la lectura histórico crítica, plural y "evangélica" del movimiento en el cual se inscribe Lutero antes de reducir o coronar este proceso con su persona y su teología desconociendo la enorme complejidad de este movimiento histórico en la historia de la iglesia.


Jorge Weishein

Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata

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