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Foto del escritorDr. Alejandro Kohl

VACIO EXISTENCIAL


La decadencia cultural y la enfermedad mental guardan relación, aunque su vínculo no está siempre claro. A veces parece que los problemas comenzaran recién cuando notamos su presencia y en este sentido, es nuestro padecer el que los pone en evidencia. Pero cuando logramos levantar la vista hacia las otras personas, solemos tomar conciencia del carácter común, de época, de dicha experiencia. En ese momento, la decadencia cultural se instaura como espectáculo del horror.

Existieron quienes en Occidente descubrieron este fenómeno prácticamente desde su inicio. A las tempranas intuiciones o vaticinios siguieron - ya formalmente- los sólidos sistemas teóricos impugnatorios de los “maestros de la sospecha” (Marx, Nietzsche y Freud) y más adelante, hicieron época sus correlatos estructuralistas, como los desarrollados por Althusser, Foucault, Levy Strauss y Lacan, por mencionar algunos de los principales y que culminaron en el iconoclasmo deconstructivo de Derrida.

Más allá de pasar revista a todos ellos, me interesa destacar que el elemento más débil de tales planteos, postergado más decididamente con cada nueva generación, fue el de las propuestas constructivas, o sea, las formulaciones con vistas a la reversión de dicha decadencia, lo cual implica imaginar, crear, proponer futuros alternativos que resulten más dignos, más humanos y por consiguiente, más motivadores. Al respecto, no quiero pasar por alto a ciertos autores que sí han hecho tal tipo de aportes, como Erik Erikson (desde la psicología), Clifford Geertz (desde la antropología) y muy especialmente Paul Ricoeur (desde la filosofía) quien se apoyó para este fin en la escatología cristiana, la formulación más completa, duradera y contundente de proyección futura que cultivó Occidente a lo largo de su prolongada historia.

Ya en las últimas décadas, la literatura se fue desplazando desde las lecturas políticas y sociales de la realidad hacia las individuales, dando cuenta así de la fragmentación cada vez más marcada de las relaciones vinculares y la deshumanización. Y con ella, la decadencia de Occidente se fue leyendo cada vez más en clave de padecimiento individual.

El presente trabajo comienza por exponer algunas ideas cardinales de tres afamados autores que representan hitos destacables de este derrotero. Pero sobre todo, busca mostrar el marcado contraste existente respecto de ciertas fórmulas resolutorias, constructivas -o mejor- “prospectivas” que han surgido en igual período de las entrañas mismas de nuestra fecunda tierra argentina, como respuesta autóctona frente a esos problemas que marcan el ocaso de Europa.

Ya hemos analizado en el programa del 24.4.22, titulado “Psicología de la Dependencia Cultural”, lo relativo a la acción deletérea que los medios de comunicación de masas producen sobre la subjetividad. Habíamos dicho entonces que como consecuencia del impacto mediático, se produce una reacción adaptativa de la subjetividad que lleva a contraer hábitos relacionados con el consumo y que se expresan como impulsos o compulsiones, como puede observarse en el uso de drogas y otros tóxicos, abuso de alimentos, de la actividad sexual y de la búsqueda de estímulos provenientes de las más diversas fuentes.

En estos términos, la experiencia del “vacío existencial” tiene que ver fundamentalmente con la naturaleza propia de la sensación. Dijimos que la sensación es instantánea, a-histórica, discontinua, es decir, se restringe al lapso en que transcurre y seguidamente desaparece. Así, si el estímulo cesa y la fuente que lo provee resulta inaccesible, sobreviene la experiencia de vacío y su consecuencia: la discontinuidad de la existencia que se percibe como catástrofe. Dicho sea de paso que en esta dinámica, el individuo es dependiente de su fuente de sensaciones y que quien la regula (el proveedor) tiene poder sobre él.

La única posibilidad de reincorporar las sensaciones a la subjetividad es disponer de esa malla simbólica que la inscribe en una perspectiva temporal con pasado y futuro, ya que en ausencia de tal andamiaje simbólico, no existe memoria ni proyecto, ni trama narrativa alguna –ya sea biográfica, comunitaria o religiosa. Seguiremos desarrollando este tema más adelante.

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