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Al-Inhiar: La desintegración de Israel


Por Kamel Gomez El Cheij // @kamelmdp


“El Israel que conocíamos, no volverá”.

Amos Yadlin


El mismo repertorio: la crisis política israelí ingresa en una tregua para bombardear palestinos. La agresión sionista en pleno mes de Ramadán a la mezquita Al-Aqsa en Jerusalén fue respondida por la resistencia palestina con el envío de cohetes. Mientras escribo estas líneas, Israel ya ha bombardeado el Líbano, y está haciendo lo mismo en Gaza. La ecuación de siempre: sangre palestina para tapar la severa confrontación que se lleva a cabo entre israelíes en la disputa por la nueva configuración de la identidad sionista.

La fractura social en la sociedad israelí se manifiesta hoy por el plan de reforma judicial. Ya no hay una visión común sobre el Estado judío. Una sociedad ajena a la situación humanitaria palestina, anestesiada y derechizada, reacciona contra el avance de sus pretendidas libertades occidentales. Los fundamentalistas judíos llevan su programa de gobierno, que aleja a muchos israelíes que poco y nada están interesados en la religión. Cualquier duda, sólo basta mirar a los que retornan a sus países de origen. Por no hablar de los miles de millones de dólares que se fugaron de los bancos. Hasta Ehud Barak habla del Fascismo por parte de estos sectores religiosos. Un diagnóstico acertado, más vale tarde que nunca.

Recordemos. Israel es un Estado que no tiene constitución pero sí leyes básicas que son custodiadas por el poder judicial. La disputada reforma judicial planteaba:

-que el ejecutivo designe jueces;

-limitar la revisión por parte del Tribunal Superior las decisiones que resuelva el parlamento;

-abolir cláusulas de anulación que puedan ordenar, por parte del Tribunal, bloquear órdenes por parte del ejecutivo.

Que el Knesset y el Primer Ministro tengan el control de las leyes y que puedan designar jueces es, evidentemente, el fin de la democracia exclusiva entre los israelíes (palestinos: son muchos, si votan, ganan.). Y también el fin del mito “la única democracia de Medio Oriente”.

Ya hubo algunos desencuentros entre la Justicia y el Parlamento. Vamos a mencionarlos:

-en 2017, el Parlamento israelí aprobó una ley que permitía apropiarse de tierras en Cisjordania.

-en 2020, fue el poder judicial el que invalidó la ley a favor de la colonización. Es que en 2016 hubo una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que afirmó que los asentamientos no tienen validez legal, y que violaban el derecho internacional. Por lo tanto, el Tribunal Supremo consideró que el parlamento israelí no podía aprobar leyes que violen las leyes humanitarias internacionales.

-en 2018, justamente en el 70 aniversario de Israel, el Knesset estableció la Ley del Estado Judío. Es decir, sólo quien sea ciudadano judío tiene derecho a la autodeterminación. Y otra vez, Israel es la patria exclusiva del pueblo judío. Semejante ley provocó reacciones por parte de la Justicia. Hubo objeciones del Fiscal General. La ley era racista, discriminatoria.

La disputa con la Justicia es, concretamente, reconocer en la ley lo que se da de facto: Israel es un Estado racista, que establece un sistema de Apartheid contra los palestinos. Si quedan dudas, podemos prestar atención al informe de Amnistía Internacional, reclamando la doble moral de Occidente: sí se denuncia lo que sucede en Ucrania, pero el apartheid contra el pueblo palestino no se enfrenta.

Sin embargo, la discusión se torna más profunda y peligrosa si analizamos quiénes son los sectores que promueven la reforma judicial. La actual fragmentación entre los sectores laicos y religiosos, y estos últimos que se mueven como un Estado profundo que quiere copar al actual, se viene gestando hace mucho tiempo. La pugna es por el rol de la religión judía en Israel, y ese debate hoy, con la reforma, está en puntos suspensivos.

Es que ha sido el mismo Netanyahu el que ha pedido una “pausa”, para establecer un “dialogo real”. El Primer Ministro ha dicho que hay, y citamos bien, “extremistas” judíos que quieren “destrozar el país”. Ha hablado de una posible “guerra civil”, de que el país está en un “camino peligroso”, en especial por el “rechazo al servicio militar”. Por supuesto, se ha pedido la renuncia de Netanyahu (que tiene agenda propia por los escándalos de corrupción). De ocurrir, llegaríamos a la sexta elección anticipada.

No podemos perder de vista que el sionismo se unifica contra los palestinos. Los bombardeos –los de ahora, los de antes- permiten maquillar la disputa sin resolución hasta la fecha: la identidad de Israel. Sí, son sionistas laicos y religiosos contra los palestinos, árabes y musulmanes. Fascistas o fundamentalistas, puede ser, pero siempre sionistas. Hay un corrimiento de la justificación del nacimiento de Israel y una actualización doctrinaria religiosa fundamentalista que quiere explicar el porqué de la masacre a los palestinos y la ocupación de sus territorios. Así, la posibilidad de tierras por seguridad, está muerta en la interna sionista.

Precisemos. Israel nace como un proyecto colonial. El mismo sirve como enclave a los intereses de las potencias, antes Inglaterra, hoy EE.UU. Los sionistas supieron conjugar y converger sus pretensiones con los del imperialismo, sin descuidar la limpieza étnica a las poblaciones autóctonas palestinas. Eran judíos askenazis, europeos, y por lo tanto, occidentales y modernos. La religión ayudaba “tácticamente”, daba letra, pero no estaba en los planes de los primeros sionistas un enclave fundamentalista que quiera aplicar las leyes de la Torá en pleno siglo XXI. De hecho, los religiosos judíos, ante la llegada del sionismo, rechazaron en un primer momento la identificación del sionismo con el judaísmo, incluso se reconocían de nacionalidad europea, y apostaban por ello.



Hoy la situación es otra. Y los colonos son la principal causa. Hay más de 800 mil colonos ocupando Palestina en 196 asentamientos, concretamente en Cisjordania. Hay otros 232 que se están armando. Solamente en Jerusalén Oriental, la capital palestina, hay unos 12 asentamientos con más de 360 mil colonos. Para los colonos, la mejor vida material, porque se sabe que son bien financiados y bien armados. Las imágenes de niños escribiendo misiles que serían utilizados contra población civil en el Líbano en el año 2006, o de niños y adolescentes judíos disparando armas más grandes que sus cuerpos, recorren los medios de comunicación. Se sabe que viven muy bien, de ahí la tentación a ocupar tierras palestinas. Si sos palestino, apartheid, con un muro que estrangula a sus pobladores y puntos - jaulas - de control (check-points). Literalmente: los colonos hacen lo que quieren.

Estos colonos no llegan a Cisjordania desde una ambición política. Piensan que están cumpliendo un “mandato divino”, justificado por la Biblia. Es la supuesta promesa de Dios al pueblo de Israel, idea que comparten con muchos cristianos protestantes sionistas. Estos últimos fueron muy importantes apoyando a Trump en EE.UU., como así también a Bolsonaro en Brasil. De hecho, la mujer de Bolsonaro votó en las últimas elecciones llevando una remera con la bandera de Israel.

Entonces, el fundamentalismo se vuelve estratégico. Y parte del judaísmo empieza a ser cooptado por sectores denominados “ultraortodoxos” por la prensa internacional. Como los Talibanes, pero mejor vestidos. Ah, me olvidaba, y con bombas atómicas también.

Estos sectores son los que se sienten retrasados en la política institucional israelí. Y avanzan sin retroceso. Lo vemos en los partidos políticos y las elecciones. Si antes tenían apenas representación, hoy es imposible pensar la política y el gobierno sin estos extremistas, que, digamos de pasada, ganan las elecciones prometiendo que van a matar palestinos y quemarlos vivos, entre otras cosas.

Es el sionismo, ahora principalmente religioso, el que está trasmutando la identidad secular de la política israelí y que critica al sector laico por haber debilitado los valores nacionales, por haber sido penetrados por la globalización y por haberse alejado de los preceptos del judaísmo. Apuestan, entonces, a una radicalización del judaísmo, reivindicando la supremacía judía y los valores conservadores de sus preceptos. Estos judíos, principalmente orientales –Haredim-, que se sumaron más tarde al proyecto colonial sionista, promueven el aislacionismo y la reivindicación de valores integristas que, por suerte, no todos los judíos aceptan. Ni dentro de Israel, ni fuera.

Las movilizaciones en Israel se hicieron sentir. Europa y el EE.UU. demócrata de Biden, se han sumado al apoyo de las protestas. La reforma del sistema judicial tiene aroma a fundamentalismo y los sectores laicos, denominados la “elite” por los religiosos, durante doce semanas salieron a protestar en las calles. Se contaron más de 600 mil manifestantes (en estos momentos, no hay ningún tipo de manifestación por los bombardeos en Gaza).

Lo que comenzó como una crisis judicial y política, pasó rápidamente a ser una crisis económica y, aún más, una crisis de seguridad. Entonces, vamos a dar argumentos al título de este artículo. La desintegración de Israel, en árabe “Al- Inhiar”, el colapso interno, son discusiones que se están dando dentro de la política israelí. Y tienen sus razones. Incluso un periódico israelí propuso dividir Israel en 3 partes: para los religiosos, para la izquierda, y lo que quede, para los palestinos. Sagi Elbaz, intelectual israelí, planteó hace dos años que Israel dejará de existir como Estado, y propone dividir a Israel en una federación para salir de esta crisis. Su libro “Salida de Emergencia”, ya está en la lista de los más vendidos por estos días.

La desintegración se da también, en primer lugar y siempre, por el rol de la resistencia. Otro mito que no se sostiene: Israel tiene grietas cada vez más grandes en su defensa, y los árabes saben y están convencidos de que es posible derrotar al ejército sionista. Las brigadas palestinas, en especial en los campamentos de refugiados, son cada vez más complejas en su dinámica de lucha para el ocupante sionista. Ya no es inusual observar caer cohetes en Israel. La ecuación de la guerra ha cambiado.

La destitución del ministro de defensa, por criticar públicamente al plan de reforma judicial, provocó una seria crisis dentro de las fuerzas sionistas. Nos encontramos, en segundo lugar, con la posibilidad de una descomposición del ejército israelí. La política israelí, con Netanyahu a la cabeza, tomó nota de la negativa de los reservistas, en especial los de la fuerza aérea. La insubordinación del ejército es una señal que preocupa porque afecta la capacidad operativa de Israel en un entorno que cada vez es más peligroso. Fueron 35 de los 40 miembros del escuadrón 69 de la fuerza aérea de Israel los que no realizaron ejercicios de entrenamiento. Estamos hablando de miembros militares, de unidades de elite, los que se quejaron de las reformas y generaron una crisis de seguridad muy grave.

Esto tiene su explicación evidente. Pensemos en un caso concreto. Si la justicia, por ejemplo, considera un puesto colono en Cisjordania como ilegal, indicando que debe ser desmantelado pero el gobierno anula esa orden, la pregunta es: ¿Qué hacen las fuerzas israelíes?

Hay que sumar, como tercer punto, el problema económico. Y no sólo por la huelga general (parece que hay sindicatos en Israel, raro para un país que suele usarse de ejemplo por sectores neoliberales en otras latitudes), sino también por la gran fuga de capitales, a lo que se suma la migración masiva de personas y de empresas de tecnología, algunas de ellas con aplicaciones militares.

Tampoco es poca cosa, como cuarto punto, la propaganda. Israel ha sido utilizado en Medio Oriente como ejemplo a seguir en la zona. Siempre tuvo un lugar privilegiado, siendo la excepción occidental en el mundo árabe: democracia, desarrollo, y no sé cuántas mentiras más. Un Israel fundamentalista, expresamente racista, no democrático en sus leyes, y rechazando su vínculo con el progresismo liberal de la OTAN, dejaría rápidamente de contar con aliados. De hecho, ese es el problema de la política israelí: si Tel Aviv era la capital de la globalización y todas sus banderas progresistas, la Jerusalén ocupada se ubicaba en el extremo fundamentalista y aislacionista. Hoy los colonos, los nuevos sionistas fundamentalistas, quieren romper esa ambivalencia tan productiva para la política exterior israelí y cerrar con los valores exclusivamente judíos.

Como un bumerang, las excusas religiosas que se utilizaban para justificar la invención de Israel, hoy son utilizadas por sectores que crecieron bajo un proyecto sionista laico y que pretenden desmontar la modernidad sionista para realizar una supuesta promesa bíblica. Si los sionistas usaban como pantalla a la religión judía, hoy son los fundamentalistas judíos los que utilizan al sionismo. Los primeros sionistas creyeron que Israel podía anclar a los judíos europeos en la modernidad. Hoy, Israel estaría llevando a muchos judíos a tiempos bíblicos.

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