PRIMEROS LUMINARES, PRIMERAS PERSECUCIONES: NERON
Como ya lo mencionamos, Esteban, el primer mártir, fue apedreado por su rigor y rol profético en la denuncia contra el sanedrín (Hechos 7). Su muerte, en la pascua posterior a la crucifixión, provocó una gran persecución en Jerusalén, resultando en el martirio de alrededor de cientos de creyentes,(Hechos 8:1), del movimiento cristiano. Jacobo el Mayor, hermano de Juan, fue el segundo mártir, ejecutado por orden de Herodes Agripa (Hechos 12:1-2) aproximadamente diez años después de Esteban. Durante su camino al martirio, su acusador se convirtió al cristianismo y ambos fueron decapitados juntos (Clemente de Alejandría, Stromata). El Evangelista Felipe en Asia Menor, martirizado en Heliópolis, azotado y crucificado (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica). Mateo, el recaudador de impuestos, llevando el mensaje en Partia y Etiopía, asesinado con una alabarda. Jacobo el Menor, hermano de Jesús, apedreado y golpeado hasta morir a los noventa y nueve años (Hegesipo, Fragmentos sobre el Martirio de Santiago). Matías, en reemplazo de Judas, apedreado y decapitado en Jerusalén. Andrés, hermano de Pedro, crucificado en una cruz en forma de X en Edesa. Marcos, arrastrado y despedazado en Alejandría. Judas Tadeo crucificado en Edesa en el 72 d.C. Bartolomé azotado y crucificado. Tomás, el Didimo, atravesado por una lanza en India. Lucas, el medico, colgado por sacerdotes en Grecia. Simón el Zelote crucificado en el 74 d.C. Por afuera del martirio Juan, el "discípulo amado", sobrevivió a varios intentos de asesinato y murió de causas naturales y Bernabé, de Chipre, murió alrededor del 73 d.C. Estas persecuciones, siembran semillas del movimiento cristiano que continuó creciendo en número y en fe (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica). Ese movimiento es en su génesis conmovido por bestiales masacres, que comienzan con La primer Persecución de Nerón en el año 64 d.C. al grito de "cristiani ai leoni", culpándolos por el incendio de Roma, lo que resultó en torturas y ejecuciones.. Las brutalidades infligidas a los cristianos fueron tan extremas que incluso generaron compasión entre algunos romanos. Nerón ideó castigos inimaginables, como coser a algunos en pieles de animales y soltarlos ante perros hambrientos, o encender a otros, atados a postes, como antorchas humanas en sus jardines. En ese proceso acabaron con la vida de dos principales luminares del los compañeros del Camino: Pedro, principal entre los doce, crucificado cabeza abajo y Pablo, con un llamado al goyim, decapitado en Roma. (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica)
PRIMER Y SEGUNDA REVUELTA DE JERUSALEN
En el año 70 d.C., durante el período post-apostólico, en contexto de las primeras masacres y a causa de la primera revuelta, el general Tito destruye el segundo templo, cumpliendo sin saberlo lo anunciado por Yeshua (Mateo 24:1-2). Esta situación siembra en el pueblo judío, en ese momento infiltrado por el movimiento cristiano, por así decirlo, una sed natural de justicia por la recuperación de su lugar sagrado. Este lugar era el centro de ritos y sacrificios del sacerdocio levítico, los cuales ya no agradaban al Señor (Hebreos 10:1-4), porque Él ya había derramado su sangre en un sacrificio perfecto (Hebreos 9:12). Los judíos, movidos a celo por su tierra e impulsados por sus líderes, construyen las condiciones objetivas y subjetivas para una segunda revuelta. Esto trae una brutal represión de la revuelta liderada por el falso mesías Bar Kojba en 135 d.C., trayendo destrucción de más ciudades y dispersión judía. Después de esta revuelta, los romanos prohibieron la entrada de judíos a Jerusalén. Esta situación siembra una intriga con los cristianos de Judea, rompiendo y bifurcando los caminos de ‘la esclava y de la libre’ (Gálatas 4:21-31).
PERSECUCIONES DE DOMICIANO
Durante el reinado del emperador Domiciano (81-96 d.C.), se desató la segunda persecución contra los cristianos. Domiciano mandó a matar a su hermano y a varios senadores romanos. Mandó a matar a todos los descendientes de David. Destacan mártires como Simeón, obispo de Jerusalén, crucificado. Es el que pide que Juan, sea hervido en aceite y desterrado a Patmos. Se promulga la siguiente ley: «Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión». Se inventaban historias, con el fin de dañar a los cristianos. Cualquier hambre, epidemia o terremotos asolaban cualquiera de las provincias romanas, se les achacaba. Las persecuciones se intensificaron. Al ser llevados ante los tribunales, los cristianos debían abjurar o confesar su fe, lo que resultaba en sentencias de muerte en ambos casos. Entre los mártires destacados se encontraban Dionisio, el areopaguita, quien fue obispo de Atenas tras su notable vida (c. 95 d.C.), y Nicodemo, un respetado cristiano que sufrió en Roma. Protasio y Gervasio fueron martirizados en Milán (c. 96 d.C.), y Timoteo, discípulo de Pablo y obispo de Éfeso, fue asesinado (c. 97 d.C.) tras reprender a los paganos durante una fiesta idolátrica.
PERSECUCIONES DE TRAJANO Y ADRIANO
En La Tercera Persecución de la Iglesia, Plinio el Joven (c. 111 d.C.), conmovido por la masacre de cristianos, escribió al emperador Trajano, expresando que miles de ellos eran ejecutados sin haber cometido delito alguno, señalando que su único "crimen" era reunirse para orar a Cristo y vivir de manera moral. Entre los mártires, destaca Ignacio, obispo de Antioquía (c. 35-107 d.C.), ejecutado por su línea de unidad bajo Cristo como único rey verdadero, desafió la estructura imperial al afirmar la soberanía de Cristo sobre cualquier autoridad terrenal, enviado a Roma para ser devorado por las fieras. A pesar de su condena, Ignacio alentó a las iglesias en su camino y expresó su deseo de sufrir por Cristo: «Ahora comienzo a ser un discípulo. Nada me importa de las cosas visibles o invisibles, para poder sólo ganar a Cristo. ¡Que el fuego y la cruz, que manadas de bestias salvajes, que la rotura de los huesos y el desgarramiento de todo el cuerpo, y que toda la malicia del diablo vengan sobre mí; ¡sea así, si sólo puedo ganar a Cristo Jesús!»... «Soy el trigo de Cristo; voy a ser molido con los dientes de fieras salvajes para que pueda ser hallado pan puro». Adriano, sucesor de Trajano, continuó con la persecución y, durante este periodo, fueron martirizados Alejandro, obispo de Roma, y los diáconos Quirino y Hermes, además de alrededor de diez mil cristianos, muchos de los cuales fueron crucificados y torturados en imitación de la pasión de Cristo. Eustaquio, un comandante romano, fue martirizado junto a su familia por negarse a participar en sacrificios paganos. En el martirio de los hermanos Faustines y Jovitas, su paciencia ante el sufrimiento llevó a un pagano llamado Calocerio a exclamar: "¡Grande es el Dios de los cristianos!", lo que resultó en su captura y castigo. Las crueldades continuaron hasta que Quadratus, obispo de Atenas, y el filósofo Arístides intercedieron por los cristianos, lo que llevó a Adriano a suavizar la persecución.
PERSECUCIONES DE MARCO AURELIO
Marco Aurelio ascendió al trono en el año (161 d.C.) A pesar de su interés en la filosofía y en el buen gobierno, fue conocido por su severidad y por desatar la cuarta persecución contra los cristianos. Esta persecución fue tan brutal que muchos espectadores quedaron atónitos ante el valor de los mártires, quienes sufrieron torturas extremas, como caminar sobre objetos punzantes y ser azotados hasta quedar a la vista sus venas. Entre los mártires destacados estuvo Germánico, un joven cristiano, que inspiró la conversión de paganos al enfrentar con valentía su condena a ser devorado por fieras. Policarpo, obispo de Esmirna (69-155 d.C.), rechazó las demandas de los romanos de quemar incienso al emperador y adorarlo, negándose a la tiranía espiritual y política del imperio. Lo quemaron vivo en el estadio de su ciudad por no renunciar a su fe. Se negó a blasfemar contra Cristo, y las llamas no lo tocaron inicialmente, pero finalmente fue atravesado por una espada. Varios otros cristianos, como Metrodoro y Pionio, también sufrieron el martirio, así como Felicitate, una noble romana, cuya familia fue asesinada por su fe. Justino (103-165 d.C.), de Samaria, filósofo y defensor del cristianismo nacido en, fue otro mártir en esta persecución. Después de convertirse al cristianismo a los 30 años, Justino usó su erudición para defender la fe y fue arrestado por negarse a sacrificar a ídolos paganos, siendo finalmente decapitado. La tristemente célebre masacre de Lyon (177 d.C.), fraguada por Marco Aurelio, desató una feroz persecución contra los cristianos de Lyon, en tierras de Galia, la actual Francia. Decenas de cristianos, entre ellos el obispo Potino y la esclava Blandina, fueron detenidos, torturados y decapitados. Arrojados vivos a las fieras y quemados en el anfiteatro de Lyon, acusados falsamente de traición y de realizar rituales ocultos. Blandina, sierva del Altísimo, se destacó por su resistencia, soportando torturas extremas sin negar a su Señor. La masacre de Scillium (180 d.C.), al norte de África, ocurrió cuando un grupo de doce cristianos de la ciudad de Scillium (actual Túnez) fue arrestado durante el reinado del emperador Cómodo por negarse a ofrecer sacrificios al emperador y a los dioses romanos, lo cual era visto como un acto de traición política y religiosa. Durante su juicio, encabezado por el procónsul Vigellio Saturnino, los acusados mantuvieron su fe a pesar de las amenazas y la tortura. Fueron ejecutados, convirtiéndose en un símbolo de resistencia cristiana.
PERSECUCIONES DE SEVERO
La quinta persecución de Septimio Severo (202-203 d.C.) emitió un decreto que prohibía conversiones al cristianismo y al judaísmo, lo que desató una ola de persecuciones. Líderes de fe como Tertuliano señalaron el peso de los cristianos en la sociedad, enfatizando que si se marcharan del imperio, dejarían vastas áreas despobladas. Otros mártires como Leónidas y sus hijos (incluyendo al influyente Orígenes) sufrieron la muerte a manos del estado, junto con muchos seguidores. En ese proceso, dos luminares cristianas fueron martirizadas en Cartago: Perpetua, una joven noble, y Felicidad, su esclava. Ambas desafiaron el sistema social. Las esclavas, como Felicidad, no tenían ningún derecho. Perpetua, en su diario, relata cómo enfrentó las presiones familiares y sociales para renunciar a su fe. Fueron arrojadas a las fieras en el anfiteatro de Cartago por negarse a renunciar a Cristo. Ireneo, obispo de Lyon, defendió la doctrina contra las herejías y promovió la paz entre comunidades cristianas, hasta ser ejecutado en el 202 d.C. La persecución incluyó también mujeres como Cecilia, quien sufrió torturas y murió en un baño hirviente, representando el sacrificio en pos de la fe. En este contexto, el cristianismo no solo operaba como refugio espiritual, sino como una comunidad organizada, de un poder popular por afuera de las estructuras que confrontaba la idolatría del poder y la injusticia de un imperio opresor, alineado con la liberación nacional y social desde una perspectiva cristiana.
PERSECUCIONES DE MAXIMINO
Bajo el mandato de Maximino en el 235 d.C., comenzó la sexta persecución de cristianos. Seremiano, gobernador de Capadocia, llevó a cabo una campaña de exterminio en su provincia. Entre las víctimas destacadas estuvieron Pontiano, obispo de Roma, y Anteros, su sucesor, quien fue ejecutado por registrar las historias de los mártires. Otros perseguidos incluyeron senadores romanos, como Pamaquio y Simplicio, junto a sus familias, y figuras prominentes como Hipólito, arrastrado hasta la muerte por un caballo. Esta persecución fue particularmente violenta y cruel; muchos cristianos fueron ejecutados en masa, sepultados sin juicio en fosas comunes. Con la muerte de Maximino en 238 d.C., Gordiano y luego Felipe le sucedieron, trayendo un periodo de paz para la Iglesia, aunque en el 249 d.C. estalló una persecución violenta en Alejandría a instancias de sacerdotes paganos, sin intervención del emperador.
PERSECUCIONES DE DECIO
La septima persecucion fraguada por el emperador Decio (249-251 d.C.) es una de las más oscuras del cristianismo primitivo. Decio, viva reacción de su predecesor cristiano Felipe y alarmado por la expansión del cristianismo da inicio a una persecución sistemática, violenta y generalizada a los cristianos a quienes exigía adorar a los dioses romanos o sufrir consecuencias mortales. Los templos paganos perdían relevancia mientras las iglesias se llenaban, emitió decretos que requerían sacrificios públicos a los dioses. Los cristianos se negaban a cumplir con esta orden eran tratados como enemigos del estado. Los romanos, paganos fervientes, consideraban virtud asesinar cristianos. Fabiano, obispo de Roma, tesorero del emperador Felipe, fue acusado por Decio, al no encontrar las riquezas que esperaba, decidió ajusticiarlo. Fue arrestado y ejecutado en el 250 d.C., su martirio envió un mensaje claro a todos los cristianos: los altos cargos en la Iglesia no los protegían el poder imperial no se detendría ante nadie. La masacre de Alejandría (250 d.C.) los cristianos fueron atacados por impíos alentados por autoridades, desembocando en detenciones y ejecuciones de líderes cristianos. Andrés, Pablo y Nicomaco, fueron apedreados en el año 251 d.C., clamando hasta el último momento a su Redentor. En Alejandría, Alejandro y Epimaco fueron arrestados, y tras sufrir palizas y desgarros con garfios de hierro, fueron quemados vivos. Luciano y Marciano, paganos y hechiceros de Bitinia, se convirtieron al cristianismo y decidieron llevar una vida austera para expiar sus faltas. Con el tiempo, se convirtieron en predicadores y lograron numerosas conversiones, lo que despertó la ira de las autoridades. Al negarse a renunciar a su fe, ambos fueron quemados vivos. En la isla de Creta, la persecución fue implacable bajo el mandato de un gobernador particularmente cruel, y los ríos de sangre que corrieron allí dejaron una marca indeleble en la memoria de la comunidad cristiana. Babylas, un obispo altamente instruido de Antioquía, le negó la entrada a Decio, este acto de firmeza llevó a Decio a ordenar su arresto y ejecución. Fue decapitado junto a tres de sus alumnos, dejando un ejemplo de integridad que inspiró a otros cristianos a resistir. En el año 251 d.C., Decio ordenó a todos los ciudadanos de Éfeso que sacrificaran a los ídolos. Entre los que rechazaron esta orden estaban siete soldados del propio emperador: Maximiano, Marciano, Joanes, Malco, Dionisio, Seraión, y Constantino, quienes huyeron y se escondieron en una cueva. Al regresar de su campaña, Decio ordenó sellar la cueva, condenándolos a morir de hambre. Orígenes, el renombrado Maestro de Alejandría, fue encarcelado y sometido a intensas torturas bajo el emperador Decio. Aunque sobrevivió al cautiverio, quedó marcado por la dureza de los tormentos. Tras la muerte de Decio, el nuevo emperador Gallo se dedicaba a enfrentar a los godos, Orígenes fue liberado y se retiró a Tiro, donde vivió hasta los 69 años. En esta época, inician herejías gnosticas doctrinas rivales a la revelación, una época de un intenso debate, donde los teólogos de la Iglesia, tuvieron un rol apologético.
PERSECUCION DE VALERIANO
La octava persecución bajo el mandato de Valeriano fue brutal y sistemática, comenzando en abril del 257 d.C. y extendiéndose por más de tres años. Los martirios fueron numerosos y variaron en intensidad y métodos de tortura. Entre las víctimas más recordadas se encuentran las hermanas Rufina y Secunda, jóvenes nobles de Roma, cuyas vidas tomaron un giro trágico al comenzar la persecución. Ambas prometidas a hombres de alta alcurnia que, ante el peligro, abandonaron la fe para preservar sus fortunas. Al no lograr que las hermanas también renegaran, las denunciaron, y así Rufina y Secunda fueron martirizadas en el 257 d.C. en manos del gobernador Junio Donato. Esteban, obispo de Roma, decapitado, y Saturnino, obispo de Toulouse, quien, por su negativa a sacrificar a los ídolos, fue atado a la cola de un toro y arrastrado hasta que su cráneo fue destrozado. Sixto, sucesor de Esteban en el obispado de Roma, también cayó víctima de esta persecución. Su conocimiento y habilidad para resolver disputas doctrinales habían ganado su respeto, pero en el 258, por orden de Valeriano, fue ejecutado junto con seis de sus diáconos. Lorenzo, diácono y administrador de los bienes de la Iglesia, tras ser arrestado, el gobernador codicioso le exigió las riquezas de la Iglesia. Lorenzo solicitó tres días y, en ese tiempo, distribuyó las riquezas entre los pobres. Cuando se presentó ante el gobernador, les señaló a estos pobres como "el verdadero tesoro de la Iglesia", incitando la furia del gobernador, quien ordenó una ejecución lenta y despiadada en una parrilla ardiente. Los cristianos de Cartago, al ser perseguidos (en la segunda revuelta), comenzaron a organizarse en defensa de su comunidad. Aunque la revuelta no fue exitosa y resultó en más persecuciones, demostró la capacidad de resistencia del movimiento cristiano en momentos de crisis. En este proceso derrama su sangre Cipriano, obispo de Cartago (c. 200-258 d.C.), que organizó la asistencia a los necesitados durante las plagas que azotaron la ciudad, posicionando a la iglesia como una fuerza de justicia social frente a la opresión del Imperio. Fue ejecutado en 258 d.C. debido a su negativa a sacrificar a los dioses romanos. La crueldad de Valeriano tuvo un trágico final cuando, tras ser capturado por el emperador persa Sapor, fue humillado y sometido a tratos degradantes. Finalmente, fue ejecutado de manera cruel, encontrando una muerte que reflejaba el desprecio que mostró hacia sus víctimas cristianas.
PERSECUCIONES DE AURELIANO Y MAXIMIANO
La novena persecución general bajo los emperadores Aureliano y Maximiano se extendió en distintas etapas, Aureliano, gobernó entre el 270 y el 275 d.C., al final de su mandato instigó brevemente una persecución que dejó varios mártires destacados antes de ser interrumpida por su muerte. Entre las primeras víctimas estuvo Félix, obispo de Roma, quien, a pesar de su labor en defensa de la fe, fue decapitado en el 274 d.C. Con la muerte de Aureliano, hubo un breve período de paz bajo los emperadores sucesores, pero este clima cambió en el 286 d.C. con la designación de Maximiano como co-emperador. Maximiano inició una persecución esporádica que incluyó mártires prominentes, como Marco y Marceliano, mellizos nobles de Roma, quienes fueron sometidos a tormentos extremos antes de ser finalmente ejecutados por su inquebrantable fe. Es menester recordar la masacre de la Legión Tebana, una unidad de soldados cristianos, encabezada por su comandante Mauricio. Tras negarse a participar en rituales paganos y a perseguir a sus correligionarios cristianos, los 6,666 soldados de la legión fueron diezmados en dos ocasiones antes de ser masacrados por completo. En Gran Bretaña, Alban se convirtió en el primer mártir británico, sacrificando su vida para proteger a un sacerdote cristiano. En las Galias, Fe y Quintín sufrieron tormentos severos y ejecuciones brutales, testificando la expansión de la fe cristiana en estas regiones. Esta persecución fragmentada, dejó una profunda impresión en la comunidad cristiana, reforzando la determinación entre los creyentes, inspirados por el sacrificio de sus mártires, continuaron expandiendo su fe en medio de la opresión.
LA PERSECUCION DE DIOCLECIANO
La Decima persecución, fue marcada por un aumento significativo en el número de cristianos y su creciente riqueza, lo que provocó el odio de Galerio. Motivado por su madre, instó a iniciar una feroz persecución, que alcanzaría su clímax en un fatídico día: el 23 de febrero del 303 d.C., coincidiendo con la celebración de la Terminalia. En esta fecha, los paganos esperaban erradicar el cristianismo de una vez por todas. Comenzó en Nicomedia, donde el prefecto de la ciudad, acompañado de oficiales y alguaciles, irrumpió en la iglesia cristiana, forzando las puertas para apoderarse de los libros sagrados y arrojarlos a las llamas. Esta acción se realizó ante la mirada complacida de Diocleciano y Galerio, quienes, no satisfechos con la quema de los textos sagrados, ordenaron la demolición de la iglesia, Un edicto fue promulgado, mandando la destrucción de todas las iglesias cristianas y prohibiendo la práctica del cristianismo. Se desató una cacería, donde todos los cristianos fueron apresados y encarcelados. Galerio, en un acto de astucia, ordenó que se incendiara el palacio imperial, culpando a los cristianos del fuego, lo que les otorgó una justificación para intensificar la persecución. Las torturas fueron inhumanas: potros, azotes, espadas y hambre fueron utilizados, mientras la creatividad de los verdugos se desbordaba en su deseo de castigar a aquellos que simplemente sostenían la fe. Una ciudad de Frigia, habitada completamente por cristianos, fue consumida por las llamas, resultando en la muerte de todos sus habitantes. Se destacan figuras valientes que perdieron su vida por su fe. Sebastián, nacido en Narbona, se mantuvo firme en su creencia a pesar de ser un oficial en la corte de Roma. Al negarse a adorar a los ídolos, fue condenado a morir por flechas en el Campo de Marte. Tras ser dado por muerto, fue rescatado por cristianos y, al recuperarse, confrontó al emperador por sus crímenes, lo que llevó a su captura y ejecución definitiva. La revuelta de las comunidades cristianas en Asia Menor (298 d.C.), bajo el reinado de Diocleciano, fue acompañada por grandes persecuciones en el Imperio. En varias ciudades de Asia Menor, los cristianos comenzaron a resistir las demandas de sacrificar a los dioses romanos, lo que generó enfrentamientos con las autoridades locales. Inés de Roma (c. 291-304 d.C.) fue martirizada durante la persecución de Diocleciano por rechazar el matrimonio con un oficial romano y profesar su fe cristiana. Su resistencia a la adoración del emperador fue un acto de liberación espiritual que trascendió la estructura opresiva de Roma. Fue decapitada en Roma por negarse a renunciar a su fe y a casarse. La persecución de Diocleciano, caracterizada por una violencia extrema y una brutalidad desmedida, dejó un legado de mártires que, a través de su sufrimiento, fortalecieron la fe de la comunidad cristiana, asegurando su perdurabilidad en un mundo que buscaba erradicarla. La memoria de estos mártires sigue viva, recordándonos el valor de la fe y la resistencia frente a la opresión.
LA SANGRE DERRAMADA GRITA MAS FUERTE QUE LA DE ABEL
Las diez persecuciones que enfrentaron los cristianos antes de Constantino no fueron actos aislados de intolerancia religiosa, sino una ofensiva sistemática de un sistema que reconocía en el cristianismo una amenaza a su estructura de poder. Los emperadores romanos entendieron que la comunidad cristiana, con su mensaje de igualdad, justicia y comunidad organizada, socavaba los cimientos mismos de su dominio: la explotación, la jerarquía y la adoración al César como símbolo supremo del Status Quo. El cristianismo no solo proclamaba la liberación espiritual, sino que encarnaba una revolución social tangible. En sus asambleas, los pobres eran elevados, los esclavos abrazados como hermanos, y los recursos se compartían según las necesidades. Esto era más que una fe; era el modelo de organización comunitaria que contradecía el individualismo y la desigualdad que sostenían al imperio. El poder de esta organización comunitaria despertó el terror de quienes se beneficiaban del yugo opresor. No era solo la doctrina lo que perseguían, sino la práctica; no temían al Dios invisible, sino al pueblo visible, unido en el nombre del Señor que ‘dió la vida por sus amigos’ (Juan 15:13), podía derrocar tronos y desarticular sistemas. Los mártires cristianos no murieron solo por confesar una fe, sino por el potencial revolucionario de una comunidad que se regía por el amor, el perdón y la justicia, y que veía al César como un anticristo. Hoy, la memoria perdida de esas persecuciones nos interpela a entender que, todo intento de organización popular será atacado por los poderes internacionales del stablishment. La sangre de los mártires nos recuerda que la comunidad organizada en pos de la liberación, es una fuerza temible, no podrá ser doblegada ni con espada, ni con dinero.
Comments