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Foto del escritorCritica XXI

Acerca de los cimientos etnocidas del Estado Argentino

La historia oficial argentina se gesta a partir de encubiertos intereses políticos y económicos de las familias criollas arraigadas desde el siglo XVII en nuestro territorio. Evidentemente, estas motivaciones no eran compartidas por las mayorías populares, indígenas y "gauchas", aunque no tuvieron muchas posibilidades de trascender en tales reclamos. Muchas veces se disfraza este silenciamiento con excusas relativas a la moral y el nivel cultural del indio, en los casos de opiniones superficiales; o en un pretendido estado no conciente, en los casos de algunos académicos opinólogos.

Hacia el siglo XIX el Estado argentino lleva a cabo un proyecto de "re-poblamiento" de nuestras geografías, fomentando la inmigración europea, a toda costa, con tentadoras condiciones para la vida del recién llegado. Inclusive, este programa confrontó con la iglesia, ya que el Estado ofrecía la libertad de culto, el matrimonio civil y una educación laica para todos.

El transfondo de la cuestión reside en las totales ventajas con las que se beneficiaba el grupo de familias latifundistas, y consecuentemente, las personas ubicadas en los altos espacios de poder político del país.

Por un lado, los grandes propietarios de campos, contaban, a partir de las inmigraciones, con muchísima más mano de obra, que además de ser mal pagada, era constituída por grupos de personas que aceptaban las peores condiciones laborales porque llegaban a un "nuevo mundo" llenos de espectativas, dejando sus miserias tras el océano, necesitados de una nueva vida cueste lo que cueste.

Otro punto que beneficiaba en forma directa a los terratenientes fue el hecho de colocar a los colonos en lugares fronterizos a las "insurrecciones" indígenas y a sus reclamos por sus tierras (o más bien, por que los dejen transitar libremente en las tierras, que no eran de ellos en el sentido occidental de la propiedad privada). De esta forma el Estado argentino lanzó abiertamente a los nuevos argentinos a pelearse con los pueblos originarios, concretándose un absurdo conflicto interétnico que los criollos miraron desde fuera.

No menor en importancia a los anteriores ítems, se sitúa la captación de capitales foráneos, a través de la venta de pequeñas extensiones de tierra a los colonos.

Por último, la reconversión del sistema económico de aquella época, que pasó bruscamente de una ganadería de pastoreo a una agricultura poco mecanizada, fue costeada por la energía y el dinero de los inmigrantes europeos. De esta manera los sectores del poder no arriesgaron nunca sus inversiones en sus campos, y de paso controlaba a los trabajadores colonos con el sistema de arrendamiento y jornaleros. Inclusive, en momentos coyunturales de crisis económicas o devaluaciones, el dueño de la tierra podía revender porciones para la fundación de nuevas urbanizaciones, beneficiándose entonces con los servicios que el estado debía asegurar a los vecinos, como ser línea de ferrocarril, nuevos caminos y medios de comunicación (telégrafo y correo). Entonces, estas acciones devenían en comportamientos de tipo feudal, e inclusive esos pueblos fundados recibían el apellido del vendedor.

Sobre esta política sectaria, los llamados pensadores de la "Generación del 80", pasaron a justificar intelectualmente las razones para enmarcarlas en el proyecto nacional venidero, que financiaría la transformación del sistema económico. Así Sarmiento, uno de los abanderados de esta triste logia, sostenía que la incorporación de población europea a la Argentina era totalmente positiva ya que ésta constituía la vanguardia de la cultura, y por ende, eran personas más "civilizadas".

Por su parte Alberdi, argumentaba que el problema no era que la población nativa fuese menos "civilizada", sino que se necesitaba más población para la nueva forma del país.

Ambas tesis eran, por lo cierto, muy distantes de la realidad, ya que ni los europeos que vinieron eran "tan letrados" y el desierto era desierto sí, pero lleno de indios.

Más tarde, Roca se encargaría de volcar esas palabras en sangre.

Por su parte Ingenieros, aplicaba su concepción evolucionista en la cuestión, al decir que los indios no podían sobrevivir de ninguna forma ante la pujante vocación del blanco hacia el trabajo y la superioridad de los valores morales y culturales.

Otra forma de borrar del mapa a los pueblos originarios fueron las nuevas legislaciones y el plan de estudios escolares, que resaltaba la condición homogeneizante de la nación argentina, que los indios ya habían sido evangelizados todos, y que el modelo europeo de valores era el que primaba ante los derrotados "bárbaros". Hoy, vemos como la memoria colectiva de la nación fue impuesta desde entonces, y con ella también la sacralización y la "supermanización" de los próceres y personajes destacados por sus abundantes aventuras de ceño fruncido; al mismo tiempo que los conocimientos escolares contrastan y revierten cualquier sabiduría popular, cualquier mitología de origen étnico que esté fuera de sus lineamientos.

La ideología establecida desde entonces procura controlar los comportamientos naturales de cualquier hombre o mujer que reclame algo, de cualquier ser que se rebele ante la injusticia e inclusive del niño que no se ordene en la geometría de un por demás lúdico acto escolar, censurándolo de "bárbaro", "poco civilizado" ... y "niños, cuando suene la campana no se porten como indios".

Fijémosnos, para entender cuán profundos están esos cimientos, que Argentina es de los pocos países de América Latina, como bien lo reclamó alguna vez el propio Guevara, que no ha tenido reforma agraria, ¿y después de tantos años en la batalla del laboralismo popular?

El Estado argentino se ocupó entonces de desestructuralizar a los indígenas, de individualizarlos para que no puedan reclamar con toda su fuerza, para que no fueran más pueblo sino "indio sociabilizado", para que puedan servir facilmente a la explotación de su sistema económico etno-esclavista y fundamentalmente, para que no vivan más su cultura, aprendida y forjada hace miles de años.

Vemos claramente, como los intereses de un grupo étnico más o menos homogeneo, atentaron contra los pueblos originarios que vivían armónicamente con su naturaleza y sus saberes filosóficos, marginándolos, sustituyéndolos por otras etnías foráneas y desapareciéndolos nominalmente... mas no en forma real.

Andrés Herrera

en: "Antropología para el Compromiso Social", Ediciones ANKU. 2007.




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